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El primer toqui no Mapuche

May 1, 2024

El mestizo Alejo fue hijo de una española secuestrada por un lonco mapuche. Los mapuches en una de las acostumbradas malocas o correrías a territorio enemigo donde los indígenas robaban animales y mujeres sorprendieron a una comitiva española en plena travesía por territorio fronterizo en las cercanías del río Laja. Ésta estaba desguarnecida y en ella iba un rico encomendero llamado Alejandro de Vivar del Risco, quien retornaba a Concepción, después de visitar con su familia, una de sus haciendas.

Vivar de improviso se vio rodeado por un grupo de mapuches, quienes de inmediato le exigieron a cambio de su vida, como parte del botín de guerra, todo lo que llevaba incluyendo a las mujeres. Los indígenas al mando del cacique Curivilú procedieron a repartirse los cautivos, entre ellos a la hermosa joven de 18 años, Isabel de Vivar y Castro, quien pasó a poder de Curivilú, con quien más tarde tuvo un hijo mestizo, al que su madre llamó Alejandro, como su padre, pero se le conoció mejor por su diminutivo de Alejo o Ñamku. Alejo se crio junto a los mapuches de la zona.

En una maloca española a la zona de la antigua Angol, Alejo y su madre fueron rescatados por las tropas españolas en un intento de lo que ellos creían era salvarle la vida a él y a su madre, cuando tenía tan sólo 5 años. Los españoles tomaron venganza al sorprender al cacique Curivilú, dándole muerte y llevando a la cautiva Isabel de Vivar y Castro a Concepción, en donde en vez de ser bien recibida, recibió repulsas y desdén a causa de su forzado concubinato y el producto del mismo, Alejo. Isabel percibiendo el rechazo de sus pares optó por entrar en un convento para ocultar su vergüenza. Su hijo pasó a ser cargo de los parientes de Vivar del Risco recibiendo una educación modesta y, por supuesto, debido a su origen sufrió humillaciones, muy poca consideración y pocos privilegios de parte de los criollos.

Al ser ya un adolescente vio una oportunidad de destacar sus habilidades y se incorporó al ejército español y se desenvolvió como arcabucero. Se creía digno debido a su apostura, físico y méritos, y que era digno de ser ascendido al rango de oficial dada su destreza y valentía en la batalla. En la batalla de Conuco, que resultó en victoria, demostró su valer militar y solicitó que se le ascendiera a oficial, honor que por supuesto no le fue concedido debido a su condición de mestizo, rechazándose para él la petición desatinadamente de modo humillante y sarcástico.

Esta nueva humillación, la ausencia de su madre quien estaba enclaustrada, y la forma en la que se trataba a los indígenas, a quienes sentía como los suyos, especialmente a los mapuches, lo motivó resueltamente a romper los débiles lazos hispanos y desertar del ejército español para incorporarse a la resistencia mapuche en la Guerra de Arauco.

Alejandro de Vivar se internó en los paisajes selváticos de Quilleco, antesala de las parcialidades pehuenches de la Alta Frontera en busca del ulmén de Curivilú,su padre muerto a manos de los españoles, cuando él y su madre fueron rescatados y llevados a Concepción. Él sabía que el trato a los mestizos en la sociedad mapuche era diametralmente opuesto al dado entre los hispanos. Los mapuches los recibían con los brazos abiertos, porque llevaban conocimientos que servían especialmente en el aspecto militar y se les trataba con gran cariño. Eso llevó a Alejo en dirección del ulmén del cacique Huenquelao, amigo personal y vice toqui de su padre; a Huenquelao le narró su vida llena de humillaciones entre los huincas y su decisión de ponerse al servicio de la causa mapuche. El viejo cacique lo aceptó de inmediato, manifestándole que sus enseñanzas militares serían de mucha utilidad para sus conas (guerreros).

El mestizo Alejo, fue llamado por su nombre original Ñamku y pronto reveló sus dotes de líder innato y empezó a organizar a los mapuches en temas militares.

Según Diego de Rosales, nunca hubo claridad acerca de la procedencia de Alejo, por ser su ulmén, lejano a los de la zona de Arauco y Purén, desde donde salió la ensangrentada que convocó al gran alzamiento. Por su parte, Goyeneche plantea que una vez que Alejo se plegó como líder del levantamiento, los conas pertenecientes a sus reducciones, no tuvieron la misma suerte, siendo cuestionados por mantener cercanía con el ejército español.

Alejo agudizó aún más el espionaje y organizó batallones de exploradores al mando del experimentado guerrero Huenchullán, quien dio batidas, robó ganado, vigiló los fuertes y capturó prisioneros. En una oportunidad, Huenchullán llegó con un grupo de prisioneros, contando que les quitó todo el armamento y ordenó destruir los cañones e hizo explotar la pólvora, cosa que fue reprobada por Alejo. Éste le espetó que no repitiera esa tontería porque con esas armas podían haberle causado una derrota mayor a los huincas; Huenchullán, le hizo caso.

Alejo pronto recogió los frutos de sus enseñanzas y vio crecer el progreso de sus conas, especialmente en el manejo de una nueva arma, que consistía en lanzar con una especie de honda, una tea ardiendo con gran precisión. Alejo tuvo el honor y privilegio de llegar a ser el único Toqui no mapuche. Alejo les enseñó a los mapuches las técnicas de combate y estrategias de guerra que había aprendido mientras estuvo en el ejército español, y fue capaz de enfervecer a los indígenas y guiarlos a la rebelión abierta en contra de los españoles. Pronto se sintió listo para ejecutar su vengativo repechaje a los odiados huincas o españoles.

En su primera campaña, Alejo reunió 1000 hombres e invadió el territorio de Concepción, y luego cruzó el río Biobío sin ser detectado para atacar por sorpresa a los españoles. Se enfrentó a ellos en las cercanías del fuerte Conuco y los venció atacando simultáneamente por delante y por detrás. Más tarde, interceptó los refuerzos enviados desde el fuerte y los forzó a retirarse en confusión, causando graves perdidas al ejército español. De este modo, los españoles pronto habrían de ver en Alejo a un nuevo y temible enemigo.

A comienzos de 1660, Alejo, comandando un ejército de 300 hombres, cruzó nuevamente el río Biobío con el objetivo de conquistar la ciudad de Concepción. Mas esta vez fue descubierto. El capitán don Juan de Zúñiga combatió denodadamente contra sus fuerzas, pero aun cuando Alejo salió victorioso de este encuentro, decidió abandonar la empresa, según algunas versiones porque se envió a su madre, Isabel de Vivar y Castro, a suplicarle que no atacara ni destruyera la ciudad. Las campañas del mestizo Alejo le costaron a la colonia española no menos de 400 hombres; pero una epidemia de viruela se desató en las huestes de Alejo y sus acciones se esparciaron perdiendo el ímpetu guerrero alcanzado.Estando ebrio y durmiendo en su rehue fue asesinado de un certero cuchillazo en el pecho por las celosas mujeres indígenas mientras dormía. Ambas mujeres prefirieron exiliarse en el fuerte español junto a las cautivas españolas y fueron bien recibidas por el gobernador quien las premió y les concedió pensión vitalicia. Alejo fue enterrado en las cercanías del río Laja, al norte de sus parcialidades,a la edad de 25 años.( Había nacido en el año 1635 y su muerte acaeció en 1660.)

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