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El parlamento de Quilín de 1641 y la independencia Mapuche

Jun 18, 2023

El parlamento de Quilín de 1641 no garantizó una efectiva independencia mapuche y tampoco aseguró una paz perpetua, como creen algunos en la actualidad.

Décadas antes de ese parlamento, los mapuches guiados por Lientur y Queupuantu consiguieron ganar varios enfrentamientos, pero a partir de la década de 1630, con el desgaste producido por la lucha y los continuos refuerzos hispanos, habían comenzado a sufrir numerosas derrotas: una de las más grandes fue la batalla de la Albarrada en donde los indígenas tuvieron cerca de mil bajas, por lo que en los años siguientes estos quedaron de capa caída.

Con la llegada del nuevo gobernador López de Zúñiga, la mayoría de los mapuches cercanos a la frontera estaban dispuestos a pedir la paz. En ese ambiente, el cacique Lincopichón mencionaba que deseaba “dejar las armas y rendirlas a su Rey”, ya que era difícil conseguir la victoria porque “cada día les vienen navíos con españoles de ciento en ciento”. Las paces también surgieron por la superstición causada por un desastre natural que presenciaron tanto indígenas como españoles. En ese tiempo hubo una gigantesca erupción volcánica, acompañada de fuertes sismos que hizo rebalsar los ríos, inundando las tierras y destruyendo viviendas y cosechas. Además, se menciona que vieron una enorme bestia de fuego que daba espantosos bramidos junto a un árbol que corría por el agua. Situación agravante que hizo hacer buscar las paces o un momentaneo alto al fuego entre ambos bandos.

Una vez reunidos los dos bandos para realizar el parlamento, el gobernador Zúñiga les dijo intimidatoriamente a los mapuches que “si el Rey hubiera querido consumiros y acabaros, ya lo hubiera hecho”, pero que a largo plazo ese no era su deseo sino “el reduciros a la paz y quietud”. En las capitulaciones el mayor triunfo para los mapuches fue que se acordó que “no habían de ser encomendados a los españoles”, no obstante, debían considerarse vasallos del Rey y lamentar que los hispanos “podrían reedificar sus antiguas ciudades”. En el tratado no se menciona en ninguna parte que el río Biobío sería la delimitación entre ambos pueblos.

Al año después de Quilín las hostilidades continuaron, ya que los españoles tuvieron avisos de rumores de alzamiento por lo que arrestaron a los principales caciques que habían dado la paz. A pesar de la aparente benevolencia que mostraban los colonizadores, estos nunca dejaron de ambicionar la reconquista de la Araucanía y por eso mismo realizaron la refundación, en esos años, del fuerte de Tucapel, Boroa, Angol y de la ciudad de Valdivia.

Diez años después, en 1651, el gobernador Antonio de Acuña y Cabrera realizó otro gran parlamento esta vez en Boroa. En esa oportunidad el cacique Chicaguala expresó “cuan bien les estaba el sujetarse a la obediencia de la Iglesia y del Rey nuestro señor”. El tratado emanado en esa oportunidad dice que los mapuches debían obligarse a “ser encomendados…con las mismas calidades y condiciones que las de los actuales domésticos de este Reino”. Los indígenas suplicaron que no los encomendasen por la opresión que eso significaba, por lo que el gobernador resolvió postergar ese mandato por diez años, “hasta avisar a su Majestad y saber su voluntad”. El día en que se acordaron estas paces “fue el más festivo que se ha visto en Chile” puesto que todo el reino estaba de paz desde Copiapó a Chiloé, sin que hubiese ninguna provincia en guerra.

Sin embargo, nuevamente se reanudarían los conflictos, esta vez por las ambiciones de los oficiales militares del gobernador que a pesar de los tratados seguían mandando capturas indiscriminadas de indígenas para venderlos como esclavos. Esto llevaría a que los mapuches buscaran venganza de manera que la guerra llegaría a su cumbre con el gran alzamiento de 1655 que abarcó desde el Maule hasta el río Bueno. Pero eso ya es parte de otra historia.

NOTA VIA; Lientur Mangel

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