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Los Pehuenches; tribu numerosa que habitan aquella parte de la cordillera chilena

Jul 17, 2022

“Los pehuenche, tribu numerosa, habitan aquella parte de la cordillera chilena que yace entre los grados 34 y 37 de latitud meridional, o sea al oriente de las provincias españolas de Colchagua, Maule, Chillán y Huilquilemu. El vestido de ellos no es diverso del de los araucanos, solamente que en lugar de bragas se enrollan a la cintura, como los japoneses, una manta que dejan caer hasta las rodillas. Llevan una especie de botines, o zapatos, todo de una pieza, hechos con la piel que cubre las piernas posteriores del buey de las corvas abajo, las cuales amoldan a los pies cuando están frescas, dejándoles el pelo por dentro, después de haberlas cosido en la punta. La piel de la pantorrilla misma sirve de talón. Estos calzados, con el uso resultan tan blandos, y bellos, que parecen de cuero curtido.

Aunque estos montañeses hayan sido en ocasiones valerosos y bravos soldados, con todo gustan de adornarse lo mismo que las mujeres. Llevan pendientes en las orejas y manillas de cuentas de vidrio en los brazos, con las mismas entretejen sus cabellos y cuelgan alrededor de la cabeza cascabeles. Aunque tengan numerosas manadas de bueyes y de carneros, no se alimentan por lo común sino de carne de caballo, la cual prefieren a todas las demás viandas como los tártaros, pero más cultos que estos acostumbran siempre comerla cocida, o asada.

Habitan a la manera de los árabes scenitos, bajo toldos de pieles, que disponen en círculos, dejando en el centro un campo espacioso, donde pacen sus bestias mientras hay yerba. Cuando ésta empieza a faltarles, transportan sus barracas a otro sitio, y así de lugar en lugar van corriendo los valles de la cordillera. Esta vida errante no es privada de placeres. Con este medio adquieren nuevos vecinos, nuevas comodidades y nuevas perspectivas.

Cada aduar le gobierna un “Ulmen”, o príncipe hereditario. Su lengua y religión no son diversas de las de los araucanos. Aman la caza, y por eso corren a menudo las inmensas llanuras que yacen entre el gran río de la Plata y el estrecho magallánico. Con estas correrías llegan hasta Buenos Aires, cuyas campañas saquean algunas veces, y atacan las caravanas de mercaderías que de allí pasan a Chile. Los buenos sucesos los han animado de tal modo, que al presente, según se dice, el comercio en aquellas partes, por causa de ellos, está casi enteramente interrunpido. Estas hostilidades, sin embargo, a muchos años que se abstienen de cometer en los términos de Chile en tiempos de paz, quizás por el interés que se encuentra en su tráfico; o por el temor de ser malamente correspondidos de aquellos paisanos. Sus armas favoritas son los “laques”,(..) los cuales llevan siempre atados a la cintura. Es muy probable que aquellos diez americanos conducidos por el valeroso Orellana, (nombre sin duda corrompido) de cuyo valor habla el autor del viaje de Lord Anson, hayan sido de esta tribu.

A pesar de su genio inquieto y vagabundo, son los más laboriosos y más comerciantes entre todos los salvajes. En sus toldos jamás están ociosos. Las mujeres fabrican mantas de varios colores. Los hombres se aplican ya a tejer bellísimos cestos y a hacer otras bellas obras de madera, de plumas, o de pieles, que son muy buscadas de sus vecinos. Todos los años entran en las confinantes provincias españolas, donde tienen una especie de feria que suele durar 15 o 20 días; conducen sal fósil, yeso, brea, cobertores de cama, ponchos, pieles, lana, riendas de cuero perfectamente entretejidas, canastos, vasijas de madera, plumas y huevos de avestruz, caballos, novillos, etc., y en cambio reciben trigo, vino, mercaderías de Europa. Son habilísimos en el tráfico y difícilmente se dejan engañar (…). Son por lo demás humanos, complacientes, amantes de hacer bien, y tienen todas aquellas buenas cualidades que produce o perfecciona el comercio.

Los chiquillanes, que algunos tienen falsamente por un aduar de los pehuenches habitan al noroeste de estos, sobre las faldas orientales de los Andes (…)”.

Fuente || Compendio de la Historia Geográfica, Natural y Civil del Reino de Chile. Abate Juan Ignacio Molina. Publicado en 1788.

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